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22 enero, 2012

Las gemelas y yo (2° parte)




Bueno, ha pasado mucho tiempo. Suelo ser bastante inconstante, pero estoy aprovechando un pequeño espacio de tiempo en este verano.

¿Quedamos en el parto? Sí, así es. Parto programado por cesárea.

Día 17 de febrero de 2010. Me levanté muy temprano para llegar al Hospital público que se dignó atenderme (porque mi embarazo representaba un riesgo economico para nuestra familia y para el servicio médico privado) Tal vez explique en detalle esos pasos, con mero fin informativo para las madres de múltiples en Chile.

En el hospital me prepararon pidiendome una ducha. Me pidieron depilación (si, de el mismo lugar que ustedes piensan) y, para evitar problemas relacionados con el tránsito intestinal, me aplicaron un enema evacuante (agua fisiológica para provocar una limpieza intestinal). Preparense, si les piden eso, para perder la vergüenza, es totalmente normal y hasta es mejor porque no tendrán necesidad de baño en mucho tiempo.

Finalmente, después de esperar un muy buen rato me ingresaron a los cubículos de preparación en el que me acostaron en la camilla y me colocaron suero (dolió, pero al tiempo después eso desaparece) Me hicieron esperar mucho rato más porque se presentaron partos de emergencia (Ya saben... Hospital público y mucha demanda) De pronto, y como si fuera una urgencia, me llevaron al pabellón, tipico de series de doctores, nada del otro mundo. Allí me explicaron que me pondría la famosa anestesia (la aguja es terrorífica, pero un poco de humor al respecto y el miedo se pierde) me pidieron sentarme en cuclillas sobre la camilla. Sinceramente la aguja en sí no se siente, lo que sientes es una reacción eléctrica cuando te la aplican en el lugar correcto. Recuerden que la espina dorsal lleva los estimulos eléctricos del cuerpo, así que eso es lo que se siente, basicamente.

Cuando comencé a sentir medio adormilada la parte baja del vientre me acostaron y me pusieron un biombo horrible. Me puse mal porque me gusta saber y ver lo que me hacen, así que no pude ver en el momento preciso a mis hijitas, aunque el papá, que llegó en último momento, se encargó de todo, mostrandolas por la ventanilla y los abuelos les tomaron sus primeras fotos.
Así llegaron al mundo a las 12:15 y 12:16 del día las pequeñas Sandra y Elena. Grandes y fuertes, y a una semana de cumplir todas sus semanas de gestación, por lo que no hubo necesidad de aparatos extras, aunque sí una pequeña vigilancia.

Me dejaron en un pabellón que más parecía un pasillo. Todo tipo de malas sensaciones me inundaron, fueron un par de horas muy tristes y vacías, pero no todas tendrán los mismos sentimienots que yo. En concreto unas horas más tarde estuve con ambas en mis brazos preguntandome ¿Y ahora qué se hace?

Cero experiencia. me ahogaba de calor y tuve que ponerlas al pecho, imitando lo que hacían las otras mamás de la sala, porque todo lo que aprendí antes se me olvidó en el momento de la verdad :P Tenía abundante calostro al menos, pero las primeras horas no tenía nada de nada.

Estuve 4 días en el Hospital, pues la cesárea es una cirugía y no se compara con un parto normal. En otra entrada explicaré lo necesario en un parto.

Cuando salí de allí, me sentía horrible por toda la piel que me sobraba. parecía como si todavía tuviea un bebé en la panza. Además no podía ponerme toallas higiénicas cómodas y con elcalor del verano todo era insufrible, pero mis bebés estaban allí, lindas y rosaditas :D

Los primeros días me sentí abrumada. Teniendo tanto que hacer, no saber cómo hacer lo que sabía que había que hacer, teniendo a todo el mundo diciendome lo que había que hacer, fue atroz. pero luego quedamos solos en casa. Fue lindo y a la vez triste. Sentía que necesitaba ayuda, pero de una muda ¡Por Dios que nadie me dijera nada más!

Intentaba por todos los medios darles pecho a ambas, pero me daba coraje estar horas con las niñas colgadas a mis pequeños pechos y reclamando porque no salía nada. ¡Eso es tan doloroso! Aún me da pena saber que pude darles muy poca leche a mis hijas. Fue un poquito doloroso amamantar los primeros días, pero lluego se acostumbra el cuerpo. Es mi caso, hay mamás que sufren mucho más, depende de la forma del pezón y de tus emociones. ¿quieren saberlo? Ls daba a las dos al mismo tiempo, parecia una cerdita con sus lechoncitas acostaditas sujetadas al pecho, era muy tierno :3

Por esos días me sentia muy mal, porque pensaba que todos se habían olvidado de la mamá y que las bebés eran lo único importante. Pensaba que no tenía institinto materno o como quiera que se le llamara a ese sentimiento. Esto, más otras situaciones que no viene al caso contar, me llevaron nueve días más tarde llamar a mi mamá para que se fuera a quedar a mi departamento y me ayudara un poco, sobre todo con compañía. El papá de las gemes ya estaba de vacaciones, pero no sé porqué no tengo muchos recuerdos de haberlo tenido a mi lado esos primeros días. :/

Esa noche, del 9° día, preparé una sopita de pollo luego que las niñas se durmieron (Siempre han tenido bastante regulado el sueño) y cuando llegó mi mamá nos servimos una rica cena. Era el penúltimo día del Festival de Viña del Mar, 26 de febrero de 2010. Nos fuimos a acostar después de ver algunas cosillas del Festival, yo moría de sueño porque las bebés no me dejaban dormir muy bien. Como nunca antes dejé casi todo limpio y ordenado. Una hora más tarde sentí que mi esposo se acostó, justo cuando acabó (extrañamente "temprano") esa penúltima noche.

Con mi sueño ligero y durmiendo en 145° porque no podía estirar el cuerpo por culpa de la herida, desperté de pronto, asustada, por un temblor a las 3 y 30 de la madrugada aprox. Nunca le tuve fe al departamento, que era antiguo, pero luego de unos segundos de racionalizar, pensé que ya acabaría. Me eché a dormir de nuevo reconfortada con ese pensamiento, pero pasaban los segundos y no paraba de temblar. Suave y largo. De pronto un 2° tipo de movimiento me hizo saltar de la cama (Nótese "saltar" porque en serio lo hice) Reconocí ese movimiento, sabía lo que se venía. Oscilante y largo. Tomé a una de las bebés y la dejé en la cama. Mi esposo recién despertó en ese momento y recuerdo haber sentido una puerta abrirse, tal vez mi mamá intentando abrir puertas para que no se trancaran. Le dije a mi esposo que caminó sobre la cama "Toma a la niña", mientras yo levantaba a la otra bebé, pero fue inútil. En ese momento todo comenzó a saltar y agitarse. Caí sentada a la cama y me curvé para proteger a las dos bebés si es que caía algo del techo. Recuerdo haber visto luces de una explosión afuera, mientras miré por un instante sobre mi hombro y el televisor de la pieza volaba por los aires. Afuera escuché pasar el metro (que seguramente hacía trabajos nocturnos) y cómo chirriaron sus ruedas al intentar frenar. Lo mismo alguien pasó por la calle y debe haber saltado con alguna tapa de desagüe porque lo oí muy claramente. Las explosiones se sucedieron por todas partes, mientras la sonajera infernal de cosas chocando contra el suelo y quebrándose fue espantosa. De pronto tomé conciencia de que tenía el mando en casa y grité de manera que todos pudieran oír: "¡Ya va a pasar, ya va a pasar!", pero tenía claro que también era para tranquilizarme a mí misma, mientras seguía eternamente moviéndose, cayéndose y rompiéndose todo.

Apenas sentimos que pasó lo peor, a tientas buscamos nuestros anteojos. (nota mental dejarlos siempre dentro del velador y nunca dejar un vaso con agua encima) escuché a mi mamá desde la puerta diciendo “ay, señor, ay señor, Dios mío ¿Cómo están?” y se encendió la luz de un celular, no recuerdo si fui yo quien lo encendió o mi esposo, pero luego aparecieron ambos lentes y me tocó dar instrucciones. Había que bajar.
En medio del desorden, con ayuda de los celulares encontramos la luz de emergencia y sugerí que instaláramos a las bebés en sus sillitas de auto, para protegerlas por si acaso (Desde el baño porque me bajaron unas ganas inaguantables de hacer pis XD). Lograr sacar las sillas del desorden fue una hazaña para el papá, mientras que le pedí a mí mamá que me cuidara a las niñas y yo me ponía zapatos y pantalón, ordenado lo mismo para ella y para el papá de las bebas.
En medio de mis odiados y acérrimos enemigos, los peluches, encontré una maleta en la que comencé a colocar todo tipo de cosas de mis hijas. Mi mamá y mi esposo abrían la puerta principal mientras tanto y luego acomodaron a mis hijas en las sillitas, listas para bajar.

Con el susto le hice prometer a mi mamá que cuidaría a mis hijas con su vida de pasarnos algo, porque aún tenía que bajar pañales y leche, así como sus útiles personales. Recordaba lo difícil de la situación después del terremoto de 1985, así que era mi deber procurar lo más posible para las bebés. En ese instante sentí ese famoso “instinto materno”, y a pesar del susto y la situación tensa, me sentí feliz. Ella bajó los 4 pisos con mis hijas en las manos.

Temblaba aún mientras mi esposo y yo empacábamos lo esencial. Un poco de ropa abrigadora para nosotros, toneladas de cosas para las niñas, agua fría y caliente (aún teníamos agua de la llave y el termo tenía el agua que reservábamos para las leches mañaneras), y nuestros computadores, que nuestro trabajo estaba todo allí. Una rápida inspección de los daños pero no conseguimos nada, sólo teníamos una luz de emergencia y pronto se acabaría la batería. Sólo por precaución colgamos el teléfono y salimos de allí. No recuerdo i fue en ese momento que pudimos comunicarnos con mi hermano que estaba en la casa de mis papás. Cosa de suerte, porque las líneas telefónicas estaban colapsadas, no había energía eléctrica y seguía temblando suavemente.

Una de las niñas despertó llorando antes que bajaran, pero tuve que recurrir al chupete para que se callara. Cuando llegamos abajo, como 45 minutos después ella estaba despierta, pero no muy atenta. Tenía sueño y seguramente esperaba su leche nocturna, así que me la puse al pecho dentro del auto mientras intentaba calmarme y escuchando las noticias ¡Gracias batería de auto! La mitad de Chile se remeció esa noche, y yo estaba allí dándoles pecho a mis hijas mientras me subía la angustia porque llegaban reportes de todas partes menos de la 8° región, zona donde viven muchos de mis tíos y primos, además de mi abuela paterna. Un terremoto tan grande sólo significaba una cosa, tsunami; la angustia creció. Mis tíos del sector de Boca Sur vivían al lado del mar, y parecía que el epicentro había sido cerca. Comencé a mandar mensajes como loca porque parecían más efectivos que los llamados, pero nadie contestaba. Pequeños movimientos acompañaban la llegada del alba y un vecino amable del 2° piso se animó a subir para traer a mi mamá algo de café porque estaba empezando a sentirse mal. Quería ir donde mi hermano pero mi esposo se opuso al ver cómo volaban los autos por la autopista, locos por saber seguramente de sus familiares igual que yo. Como a las siete, recibí un mensaje de mi papá que estaba en la 9° región. Decía que estaban todos bien (mi abuela, mis tíos, primos y él) que sólo fue el susto. Él no sabía que nosotros lo habíamos sentido todo también.
A esa misma hora de la mañana encendimos el auto y, justo al salir del estacionamiento, una fuerte replica nos despidió. Volveríamos a media tarde para ver los daños, pero sólo por la noche volvimos todos, aún con mucho miedo.

Mi mamá se puso mal, por lo que tuvimos que llevarla a la urgencia de su sector, pero mis princesas se portaron increíbles. Sólo despertaron a las 10 de la mañana llorando por su leche y justo cuando finalmente llegamos a casa de mis papás, para lograr ver a mi hermano.
Sólo desorden, nada más, y el susto de mi cuñada. Ambos habían estado en Tomé y Dichato dos días antes, alcanzaron a volver porque ese pequeño pueblito quedó bajo el agua. De mis tíos no podíamos averiguar nada.
En casa de mis papás tenían agua pero no energía eléctrica así que improvisamos unos chonchones, a la antigua usanza del campo, y se iluminaron un rato con eso. Nosotros volvimos al departamento porque sabíamos que allí había electricidad y agua, y las niñas necesitaban estar atendidas. Me pasé la noche en vela, con la puerta sin llave y las niñas durmiendo a mi alcance, en el living. Toda la noche viendo noticias y más noticias.

Las gemelas siempre estuvieron a la altura de la situación aún siendo bebés. No se enteraron de nada. El problema es que yo nunca supe qué finalmente me cortó la leche. Tuve problemas antes pero después del terremoto seguía sin tener casi nada. Incluso nos fuimos a Puerto Montt con tal de estar más tranquilos todos, pero mi leche casi no bajaba. Y nunca más tuve demasiado.
Por suerte los problemas de abastecimiento no fueron tan terribles como en terremotos anteriores, aunque mis tíos tuvieron muchos problemas por culpa de las caída de puentes, malos caminos y acaparamiento.

Fue un triste episodio, pero Chile es un país de gente valerosa y fuerte, como las gemelas que di a luz el 17 de febrero de 2010, diez días antes del famoso 27 F, Chile 8,8° Richter. Fecha en la pude haber estado en trabajo de parto de no haber sido por la Sandra, que se atravesó en mi barriguita.

Así comenzaron los primeros días de las gemelas, que hoy por hoy son un terremoto diario en nuestro feliz departamento.